¡Hola hola mis amores!♥^^
*ATENCIÓN: La escritora de este blog va a empezar a parlotear excusas, lo dejamos a su propio riesgo*
¡Tanto tiempo sin verlos!¡Os he extrañado mucho!♥
Oficialmente, hoy concluyen las clases. Al menos en mi país.
¡Vacaciones! es un alivio :D
Antes del capítulo explicaré porque no he subido desde hace tiempo: (prepárense)
Primero, fueron los exámenes y pruebas finales. Segundo, me quedé sin Internet por unos 10 días y no pude subir el adelanto, aunque si lo pensaba subir. Tercera, y la más importante, he estado ocupada pensando en la historia.
Tuve una crisis de escritora porque me quedé sin ideas de como seguir esto. Creo que deberían ponerle un nombre a eso "Crisis de Falta de Inspiración Aguda del Escritor" ¡ya tienen un nombre!(Les doy mis más sinceros ánimos para quién pase o pasó por esto)
Bahh, es horrible pasar por esto. Me llevó a pensar que tal vez dejaría el blog, y por consiguiente, dejaría de escribir esto.
Pero luego pensé en vosotros y me exprimí la cabeza para hacer este capítulo.
Lo bueno de todo es que la inspiración me ha llenado de nuevo y ya he empezado a idear varios caps(me dio flojera escribir "capítulos") que espero que les encanten.
Solo espero que lo que escribo recompense mi ausencia.
Sin más....¡Disfruten el Capítulo 18!^^
¡Ojala les guste! ♥No sé bien como quedó después de tantas pausas para hacerlo, en diferentes tiempos.
18-Explicaciones.
Retazos de recuerdos me llegan a la mente.
Mi cara expuesta a la fría lluvia, los charcos levantándose en un manto bajo mis pies, mis ropas mojadas que me empapan de pies a cabeza...
Y mi sonrisa. Algo que pensé que no recuperaría fácilmente.
Mis labios, que se curvan cuando Peeta me estrecha entre sus brazos...
Peeta.
Su nombre me recorre con la calidez de un susurro dicho al oído.
Peeta....
Abro los ojos y parpadeo para acostumbrarme a la oscuridad que me rodea. Las ventanas están abiertas, invitando al viento pasar y hacer bailar las cortinas al ritmo de los sonidos de fuera.
El murmullo del viento y el roce de la tela amarillenta de las cortinas son los culpables de haberme despertado.
Me sorprende la tranquilidad en la que me hallo. Esta vez las pesadillas no irrumpieron en mis sueños, hace tiempo que no dormía tan bien...
Una nueva oleada de aire frío se coló por la ventana abierta, haciéndome estremecerme y estirar los brazos para buscar su calor reconfortante, el calor de Peeta.
Y me encontré con la nada.
Volví la cabeza solo para contemplar el espacio vacío que yacía junto a mí. Me recosté en el , perezosa.
Mi nariz se llenó con ese olor dulzón que caracteriza a Peeta. Abracé la almohada y pensé que si él no estaba ahí, entonces...
Iba a formularme una pregunta cuando la puerta, movida por otra ráfaga de viento, rechinó, abriéndose más de cómo la habían dejado.
Como si fuera un reflejo, me levanté y me puse una de las bonitas batas de seda que me había dado Annie. Descalza caminé por el pasillo; silenciosa. Abrí la puerta principal y tuve el cuidado de no resbalar con los pocos charcos de agua que todavía había.
Al sentir el contacto que tenía mis pies en la arena mojada, y su extraña sensación, empecé a juguetear con ellos haciendo círculos.
No fue difícil encontrar el rastro de arena que alguien había echo y que este conducía a la playa, cruzando por el sendero rodeado por la jungla.
Disfrutando del ambiente ,y en medio de la madrugada, la jungla me trajo recuerdos de los juegos. La extraña vegetación se parecía mucho a la vez del Vasallaje de los 25, la diferencia es que en este momento no esperaba, aferrada a mi arco, atenta a cualquier situación y a que, repentinamente, un peligro apareciese, amenazándome con quitarme la vida.
Aquí solo había quietud, mezclada con los murmullos del mar, ahora más cerca.
La frescura se metía en mis fosas nasales. Las gotas atrapadas de la llovizna anterior caían de las hojas de los árboles y las palmeras. También, se podían ver manglares y arroyos, llenos de agua cristalina, rodeados de musgo verde y plantas exóticas que jamás supe reconocer.
Llegué al principio de la playa, que era como encontrar un enorme claro en el bosque después de recorrer la maleza, o en este caso, la jungla.
Caminé unos cuantos pasos y por fin divisé a Peeta.
Estaba sentado, jugueteando en sus manos un pequeño objeto que no alcancé a ver con claridad. 2 metros más allá, las olas rompían contra la arena.
Me acerqué con paso de cazador, como me es de costumbre, y casi me sentí desconcertada al no sentir el peso de mi arco sobre mi mano. Al estar a un metro de él me detuve. Reprimí una risita al ver que no había captado mi presencia. Me dediqué un momento a observarlo bajo el cielo que presentaba diferentes tonalidades y su mirada azulada que contemplaba el mar, la misma que me amenazaba con dejarme sin respiración. Era, sin duda, una imagen que me hizo sonreír.
-¿Por qué no estás en la cama?
Él se sobresaltó y rió de si mismo cuando identificó quién le hablaba. Identifiqué un atisbo de sonrisa cruzando su rostro.
-No tenía sueño. Además -añadió- ya es algo de costumbre.
-¿Costumbre?¿Lo hacías todos los días?-pregunté.
-Sí, aunque venía más en las tardes, en las mañanas tenía...asuntos- concluyó sin quitarle los ojos a la playa.
Iba a preguntar algo más cuando Peeta habló primero:
-¿Y tú?¿Por qué no estás en la cama?- murmuró.
-Desperté antes de lo normal. Y ni siquiera sé con certeza cómo llegué ahí. No tengo muy presente lo que pasó después de la lluvia- contesté un poco más hostil de lo que quería.
-Te dormiste al instante de cambiarnos a ropa seca, y Annie y yo tuvimos que arreglárnoslas para llevarte a la habitación sin despertarte- rió en voz baja.
Lo recordé todo de momento. Yo empezando a tiritar y estornudar. Peeta dirigiéndome hacia la casa. Annie dándonos mantas y mudas de ropas secas. La taza de té caliente en mis manos y los brazos reconfortantes de Peeta.
El silencio se hizo más largo mientras yo estaba metida en mis pensamientos. Sacudí la cabeza para despejarme y fijar mi atención en el destello que acababa de lanzar el objeto en la mano de Peeta.
-¿Qué es eso que tienes en la mano?
Él cerró su puño para por fin volverse a mí.
-Siéntate- indicó un espacio al lado suyo- es una historia un poco larga.
-Tengo todo el tiempo del mundo.
Lo obedecí con una sonrisa pequeña; me recosté en la arena, no muy lejos de él, que habló no mas estar ya sentada:
-De pequeño siempre tuve ganas de conocer la playa. Fue mi padre quién ayudó a generar ese deseo: cuando eramos chicos él nos contaba muchas historias antes de dormir; el mar era una de sus favoritas. Aún recuerdo como lo describía: las olas moviéndose, y los cánticos que estas producían; los mantos de arena, que se extendían hasta que se perdían de vista; la espuma que se generaba al chocar el agua contra la playa, y su profundo color azul. Debo admitir que hice varios bosquejos en mi cuaderno de dibujos- ríe un poco-En fin, en esos tiempos no me cuestioné acerca de cómo él sabía todas esas cosas si nunca había visto la playa con sus propios ojos...ni lo hará.
Hace una pausa un tanto larga para desviar su cara hacia donde yo no pueda verla. En un impulso, mi mano va directamente a su hombro como gesto de consuelo; pero se vuelve de nuevo antes de que pueda tocarlo y reanuda su relato clavando su atención en el horizonte, para tratar de disimular la nostalgia que le ronda por los ojos.
-El día en que me fui no tenía idea a dónde ir. Esperaba subirme a un tren y dejar que me llevara a cualquier lugar; pero fue entonces que recordé lo que una vez me dijo mi padre:"Sí algún día estás triste ,o necesitas pensar, imagínate la playa y que estás sentado en ella, admirando el paisaje, tranquilizándote al oír a la olas cantar".
-Por eso viniste aquí, al Distrito 4, ¿no?- se me sale la pregunta de los labios.
-Sí- contesta, y agrega- solo quería que lo supieses.
-Bueno, si me lo hubieras dicho antes habría sabido dónde buscarte- reímos sin muchas fuerzas; el sueño aún abunda en nosotros como para sentirnos despiertos del todo. Peeta se mete la mano al bolsillo de la chaqueta y saca el objeto redondo para enseñármelo. Al echarle un vistazo lo reconozco.
Es mi perla.
- Llegó rodando a mis pies cuando estaba en la estación de tren esta tarde¿sabes? Al recogerla tuve la sensación de que no me quería ir, o que no me debía de ir, todavía no; así que regresé a casa de Annie.
-¿Es mi perla?- no sé por qué pregunté. Sabía perfectamente que era la mía, reconocería en cualquier parte su color y sus características.
-¿Es tuya?- pregunta Peeta confundido.
Asiento con la cabeza.
-Se me cayó en la estación del tren por chocar con algunas gentes- explico.
Entorna los ojos y se queda un momento quieto.
-¿Te la di yo?- susurra frunciendo un poco el ceño.
Asiento de nuevo con la cabeza.
-Te la di en el Vasallaje de los 25- medita todavía con los ojos entornados-, después cité a Effie diciendo que el carbón se podía convertir en perla- concluye con una sonrisa.
-Así es- ¿cómo podía recordar todas esas cosas? Un chispazo de emoción me recorrió al pensar que Peeta cada vez empezaba a ser el de antes. Nada me alegraba más que tener de vuelta al Peeta de antes.
Me estiré más en la arena, y ahí fue cuando nuestras manos se encontraron.
Se sobresaltó, y trató de quitar la mano, pero estaba presa bajo la mía. Sin pensar, entrelacé mis dedos con los de él. Como si fuera lo más natural del mundo.
Peeta clavó la mirada en mis ojos por primera vez desde que había comenzado su relato; sus bonitos ojos azules me observaban a mí y luego a nuestras manos.
Abrí la boca.... pero, ¿Qué le quería decir?¿Por qué su mirada me dejaba tan muda?¿Desde cuándo se hizo difícil mirar sus ojos y decir una palabra sin que se me notara que el corazón se me salía del pecho?
Sabía la respuesta; pero no la admitía.
Lo atraje hacia mí sin más, para rodearlo con los brazos, aferrándome a él ;y por fin, después de un corto silencio, poder decir:
Te extrañé, mucho- era lo único de lo que he estado consciente desde que se fue y de...-. No me diste la oportunidad de decírtelo pero....te quiero. Te amo Peeta Mellark.
Era raro decirlo. Katniss Everdeen, la chica en llamas; el Sinsajo, símbolo de la rebelión, estaba enamorada. Si fuera otra persona me habría sonado mentira. ¿Qué no yo misma había jurado no permitirme enamorarme?
Pero allí estaba ese sentimiento. Y no me dejaba en paz. No había duda ya; ninguna.
Lo gracioso era de que, aunque siguiera sin admitirlo, me gustaba ese sentimiento. Lo cierto es que no había sentido cosa igual antes.
Pensaba que, al decirlo, Peeta iba a estrecharme en sus brazos y besarme ¿No siempre quiso que fuera así? Supongo yo.
Por eso me extrañó cuando se apartó de mí, zafándose de mi abrazo, dejándome con la sensación de vacío porque su calor ya no me cubría más.
Jadeaba. Se pasó una mano por los cabellos rubios alborotados; miró a cualquier parte menos a mí rostro. Tragó saliva.
¿Y sí estaba equivocada? Peeta no fue siempre el mismo después de la guerra, de los acontecimientos pasados, pero¿Ya nunca recuperaría al Peeta de antes?
Tal vez estos últimos hechos lo cambiaron, y ya no es el chico que me amaba con locura. Clavé los ojos en él buscando una respuesta.
Tenía miedo. El viento me azotó el cuerpo y en lugar de sentir su frescura solo me llenó de escalofríos.
Tenía miedo de que no compartiera el mismo sentimiento que yo.
Tal vez.......ahora ya no.
*Un poco de suspenso*
¿Les gustó? Ojala que sí.^^
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También espero poder seguir con ustedes todo el tiempo del mundo♥
♥¡Miles de besos para ustedes!♥ ^^
Con Cariño♥
Vuestra Escritora♥
Meena♥
PD: Gracias a todas las que me nominaron a un premio. Haré la entrada en cuanto tenga tiempo y un perdón por no hacerlo antes.
¡Os veo en el siguiente capítulo!